Cómo hacer feliz a un escritor
Os voy a explicar la manera más sencilla de hacer feliz a un escritor. Para ello, necesito hablaros de mi pareja.
Ella es la tercera persona que conoce a mis personajes y buena parte de mi novela. Y es porque todas las noches le leo algún extracto. Le encanta que lo haga, y a mí me encanta ver su cara mientras escucha cada una de mis palabras. Da igual que esté a medias de hacer algo. Automáticamente lo deja y se sienta a mi lado, como una niña, mirando la pantalla y siguiendo la lectura. Por el rabillo del ojo me fijo en sus expresiones y noto cómo sonríe cuando mis personajes viven un momento mágico, o cómo frunce el ceño cuando se meten en problemas. Me recuerda mucho a mí, cuando escuchaba embobado a los cuentacuentos que a veces contrataba el director de mi colegio. Un mentor que me influenció mucho en mis gustos por ciertos autores.
Volviendo a mi pareja, leerle se ha convertido en una adicción. Estoy deseando tener una escena corregida para enseñársela y comprobar, por sus expresiones, si consigo transmitir el efecto deseado. Es lo bueno que tienen las personas transparentes, que podrán mentirte con palabras pero nunca con los gestos. La veo morderse el labio, mover su pierna con rapidez, estremecerse en el asiento y vivir la historia. Me encanta hacerla sentir una adolescente que se vuelve a enamorar o una quinqui que se tiene que meter en problemas para sobrevivir.
Me encanta hacerle soñar. Porque si ella sueña... yo también.
Y entonces llego al punto y final, ella me mira y abro una nueva escena, y lo hago por algo que está relacionado con lo que os decía al principio. Ella me sigue escuchando y yo le sigo leyendo, hasta que miramos el reloj y nos damos cuenta de lo tarde que es, que no hemos cenado, y que todavía nos quedan un montón de cosas por hacer que siempre dejamos a última hora. Y mientras cenamos me pregunta por mis personajes, por qué hacen esto o lo otro y por qué odian a Fulanito y quieren a Menganito. Me pregunta por qué soy tan cruel con ellos en algunos momentos y por qué soy tan benévolo en otros. En qué me he inspirado, por qué está tan enganchada a una historia de fútbol si no sabe ni lo que es un fuera de juego y por qué no termino ya la dichosa novela para que todos vosotros podáis disfrutarla. Y entonces llega el momento mágico, ese que sirve para hacer feliz a un escritor. Viene justo cuando quitamos la mesa, fregamos, y nos sentamos en el sofá. Me mira, abre mucho los ojos y me dice:
—¿Me puedes leer más?
Y también lo haré con vosotros, en este blog. Suscríbete.
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