lunes, 25 de septiembre de 2017

DESCUBRIENDO A FORRESTER

Buenos días. En primer lugar quiero disculparme por todo este tiempo sin escribir. He dejado abandonado el blog por temas de trabajo, donde me he visto obligado a desatender algunas cosas porque no podía quitarme más horas de sueño. Vamos al lío. El otro día vi Descubriendo a Forrester, posiblemente mi película favorita de entre todos los títulos que guardo en mi cinéfilo corazón. Y cuando quiero hablar de ella con pocas palabras siempre recurro a la misma escena: esa en la que Forrester coge su máquina de escribir, se sienta frente a su pupilo y comienza a teclear. Cuando Jamal le pregunta qué hace, su maestro responde: "estoy escribiendo". Y añade: Escribe el primer borrador con el corazón, y reescríbelo con la cabeza. El primer paso de la escritura es escribir, no pensar. Siempre que llego a esta parte siento cómo me brillan los ojos. La película, pues, trata de este joven de dieciséis años criado en el Bronx. Al chico le apasiona la literatura y sueña con ser escritor, pero no quiere destacar en su pandilla para no ser excluído. Todas las tardes juega con sus amigos al baloncesto y un señor, al que los chicos llaman el ventana, les observa con prismáticos desde la ventana de su casa. Los amigos empiezan a inventarse un montón de teorías de por qué ese hombre permanece siempre ahí y al final deciden comprobarlo por ellos mismos. El elegido en entrar a su casa es Jamal, que sube por las escaleras de emergencia y entra por la ventana donde este señor les observa jugar. En ese instante el director nos muestra una descripción con imágenes como si estuviésemos leyendo una novela en lugar de ver una película: enfocando lentamente cada rincón de la casa el tiempo suficiente para no perder detalle. Lo primero que vemos son pelotas de baseball y pósters de jugadores, un abrecartas con forma de cuchillo (que refuerza las teorías más malignas de los chicos) y una biblioteca enorme. Jamal se acerca a la estantería y ojea los libros, y entonces el silencio se rompe con la aparición repentina del hombre, provocando que el chico se marche asustado y olvide su mochila. Más tarde, Jamal descubrirá que ese señor es William Forrester, un escritor de culto que triunfó con su primera y única novela, pero que ya no volvió a escribir. Y así empieza la historia. No la conocía hasta que mi asesor me habló de ella y aprovecho la ocasión para darle las gracias (por enésima vez). Al verla supe por qué me la recomendó. Es un poco nuestra historia, aunque con matices. Yo soy Jamal, y él es Forrester. Él no me enseña a escribir, si no a ser escritor. Y la diferencia es enorme.
Me gusta mucho el enfoque del protagonista en su entorno. Cuando está con sus amigos éstos hablan sin parar y él calla y observa. Puede parecer una actitud lacónica sin más, pero no lo es: Jamal observa su alrededor. Mira la vida con ojos de escritor. Otra cosa que me encanta es que la película muestra verdades tan grandes como planetas. Por ejemplo, nos dice que un escritor tiene que leer, y esto es algo fundamental. Creedme, he conocido muchos escritores que dicen con el pecho henchido que no leen prácticamente nada porque no lo necesitan. ¿Vosotros iríais a ver un médico que apenas estudia las pastillas que receta? Yo tampoco. Y por último está el conflicto al que se enfrentan muchos autores, reflejado en el propio Forrester: un escritor que lo ha perdido todo. Forrester escribe sobre la vida, pero, ¿cómo va a escribir sobre la vida si al final todos morimos? El propio personaje lo dice en la película: “mi hermano se estaba enfriando en la otra habitación y a la enfermera no se le ocurre otra cosa que preguntar por mi libro”. Pero no sólo esta frase está cargada de razón. Voy a dejaros mis favoritas. Todas son de Forrester: "Llevan muchos años hablando de él, y aún no han dicho nada". (Refiriéndose a su libro). "Rober Crawford (profesor de Jamal) escribió un libro unos años después que yo, libro que rechazaron un montón de editores. Y en lugar de escribir otro, se dedicó a enseñar a otras personas cómo debían escribir". "Muchos escritores conocen las reglas de la escritura pero no saben escribir”. “A veces, el propio ritmo del teclado nos lleva del folio uno al folio dos, y si en ese instante comienzas a sentir tus propias palabras, teclea y no pares”. “Escribe el primer borrador con el corazón y reescríbelo con la cabeza. La clave para escribir es escribir, no pensar”. En definitiva, esta película me ha enseñado el verdadero poder que tienen las palabras (algo que también me enseñó La verdad, de Terry Pratchett, autor del que os hablaré en entradas posteriores), pero sobre todo que escribir es contar una historia, sin más, y que para ello no es necesario hacer poesía con las palabras. Y lo más importante: si quieres escribir tienes que sentir y para sentir, tienes que vivir. Si os ha gustado, suscribíos para leer más entradas de este tipo.