Sobre mí

Recuerdo estar sentado en el patio del colegio siempre con un libro en las manos. Por aquel entonces no teníamos mucho dinero en casa y la biblioteca sólo contaba con un par de números de los libros que más me gustaban, los de “Elige tu propia aventura”, así que traté de imaginar mis propias historias y escribirlas para después filmarlas con la cámara de vídeo de mi padre. Pero no encontré un sólo actor, así que me consolaba leyendo una y otra vez lo que había escrito y cambiando cosas que consideraba que estaban mal. Me faltaba un mejor uso de las palabras, y eso es algo que, a día de hoy, sigo puliendo con ayuda de los libros que devoro. 

No puedo pasar ni un sólo día sin leer.

Aunque hubo una época en la que no leía tanto. Fue en mi adolescencia. No se llevaba en mi grupo de amigos. Además, estaba enamorado de la chica más "malota" de la clase, y para impresionarla había que ser también un malote. Mi amor por el cine me ayudó a meterme en el papel aunque nunca estuve a gusto, y cuando me declaré fui rechazado vilmente, lo que me sirvió para darme cuenta de lo equivocado que estaba. Los malos no siempre ganan. Volví a ser el Juan de Blas de siempre, menos popular pero feliz de hacer lo que me gustaba, que era leer y escribir sin miedo a que me llamaran friki. 

Curiosamente, siendo yo mismo acabé conquistándola. Tuvimos un romance, siempre en secreto porque claro: ella tampoco quería perder a sus amigos. Y yo me desahogaba escribiendo. Unos escritos que ya no conservo y que no enseñé a nadie. Salvo a ella. Y le encantaban.

Desde entonces no he dejado de leer ni de escribir. Me apunté a un montón de talleres literarios, donde aprendí lo básico pero me seguía faltando algo. Quería ser escritor. Por eso contacté con un asesor literario que me enseña de la vida además de la escritura. Juntos emprendimos este proyecto, donde los dos sabemos que la exigencia ha de ser máxima si queremos lograr el objetivo, que no es otro que escribir una historia de calidad que emocione a las lectoras y los lectores, a vosotros.

Y es que la vergüenza sólo sirve para ver trenes pasar y quedarnos sin saber su destino. Es el miedo a equivocarnos. Al qué dirán. Pero la vida está para ser feliz y luchar por nuestros sueños, y el mío es ser escritor. Y voy a pelear para serlo, ahora sí.

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